‘El lenguaje perdido de las grúas’ (1986), de David Leavitt

El lenguaje perdido de las gruasCon este extraño (y a mi parecer fascinante) título se publicó la primera novela del escritor estadounidense David Leavitt, cuando contaba con tan solo 25 años. Que te publiquen con esa edad es ya todo un logro. Posteriormente ha compaginado su faceta como escritor con la labor docente en universidades de Estados Unidos. Se le suele vincular con la literatura gay (él lo es) dado que en muchas de sus obras este tema suele estar presente. Desde luego en esta novela es un elemento esencial de la historia.

La novela se centra en tres personajes de una misma familia. Owen, el padre, es profesor de instituto y, durante más de veinticinco años ha mantenido en secreto su homosexualidad, a la que ha ido dando rienda suelta de manera contenida en sus visitas dominicales a un cine porno. Su mujer, Rose, correctora de textos, no queda claro si lo sabe o no pero, desde el comienzo, es evidente que tiene ciertas dudas sobre su matrimonio. El hijo, Philip, también es homosexual. En su caso vive su condición con total libertad fuera del círculo familiar. El día que comienza una relación seria con otro chico se decide a contarlo a sus padres, desencadenando un conflicto latente durante años y que les pone ante sus ojos la realidad de su existencia con todas sus miserias y grandezas.

A priori puede parecer que el sesgo de la novela pudiera tener interés sólo para un público gay, pero nada más lejos de la realidad. Es una historia de frustración e incomunicación en el que el componente principal del conflicto es la homosexualidad de los personajes, pero que podría extrapolarse a cualquier otra circunstancia particular. Yo no soy gay y he leído la novela con mucho interés, sin sentirme incómodo en ningún momento ni ajeno a los sentimientos que experimentan los personajes. La historia me ha gustado y el punto de vista narrativo, que va saltando de uno a otro protagonista, me parece un acierto ya que te permite meterte en la piel de cada uno de ellos y comprender el porqué de sus actos. Los personajes están muy bien perfilados, con profundidad y coherencia. Me ha gustado mucho también la forma de escribir de Leavitt, con sencillez y fluidez y me encanta la naturalidad de su expresión, abordando las situaciones de la trama sin tapujos pero sin exhibicionismos gratuitos. Del porqué del título no voy a decir nada, lo mejor es averiguarlo leyendo el libro, pero si adelanto que tiene sentido y es fácilmente entendible.

La verdad es que a la luz de esta primera novela se podía esperar que Leavitt se convirtiera en una de las grandes figuras de las letras estadounidenses, pero parece que su carrera no ha terminado de despegar y, pese a publicar con regularidad, se ha mantenido en segunda fila. No tengo elementos para valorar este aparente estancamiento, pero si tengo claro que me he quedado con ganas de leer más cosas suyas. Al margen de que sus otras novelas aborden temáticas más o menos atrayentes, me cuesta pensar que no haya mantenido su estilo y eso es un aliciente más que suficiente para darle otra oportunidad.

VALORACIÓN: 8/10

‘La pianista’ (1983), de Elfriede Jelinek

La pianistaAntes de que le concedieran el Premio Nobel en 2004, esta autora era prácticamente desconocida fuera de la órbita germanohablante. Con el reconocimiento del premio vivió sus “quince minutos de gloria” y de nuevo pasó al club de ganadores del Nobel de los que nunca se vuelve a hablar. La lista de galardonados con este reconocimiento está llena de ilustres desconocidos y de clamorosas ausencias por lo que siempre lo he considerado más como un fenómeno folclórico que como un verdadero referente literario. Dicho esto, por alguna razón que no sabría explicar, me llamó la atención leer a esta autora y la verdad es que, por lo menos, me ha resultado estimulante.

Generalmente escribo las reseñas en cuanto termino un libro pero, en este caso, he dejado pasar unos días para asentar la lectura ya que no tenía muy claras las sensaciones tan confusas que me ha generado. No ha servido de nada porque me ha dejado igual. Hay aspectos del libro que me parecen geniales y otros terribles. No encuentro un término medio así que voy a tratarlo en dos bloques muy diferenciados. Lo que me ha gustado y lo que no.

Primero una breve sinopsis. La novela tiene como personaje central  a Erika, una gris pianista ya entrada en la cuarentena que vive dominada por una posesiva madre que la asfixia y controla su existencia. Trabaja como profesora en una academia y lleva una vida anodina, solo alimentada por una secreta pasión por un voauyerismo sórdido y sadomasoquista que nadie sospecha y que la lleva a frecuentar peep shows y a acechar a las parejas en los parques. Un joven alumno comienza a flirtear con ella pero, cuando le abre la caja de sus deseos, se siente repelido y todo termina en una brutal violación. Como veréis es un tema muy duro no apto para cualquier estómago.

Lo que me ha gustado:La pianista2

-Es una obra que no deja indiferente, para bien o para mal, y a la que no encuentro paralelismos con nada de lo que he leído. Continuamente te agita las entrañas y la mente, colocándote ante situaciones y razonamientos que te mueven a pensar más allá de los convencionalismos propios y sociales. Esto es difícil de encontrar en una obra y muy valioso para mí.

La autora consigue introducirte en la mente de la protagonista para llegar a entender las raíces de sus inclinaciones sin cuestionarlas moralmente. Es complicado contar esta historia sin que, a priori, produzca rechazo en muchos lectores. Aún así, Jelinek sabe introducirnos en la cabeza de Erika de una forma muy hábil y la convierte en un personaje rico y sugerente, con muchos matices.

No es una novela exhibicionista. La temática se prestaba a utilizar el morbo como gancho para el público pero sabe mantenerse en el tono adecuado. Sin ser pacata, pero sin llegar al exceso innecesario, consigue mantener la distancia justa para no caer en una carnalidad artificial.

Lo que no me ha gustado

-El estilo indirecto del narrador me resulta muy molesto y entorpece la lectura. Al final te acabas acostumbrando pero al principio llega a ser irritante y cuesta entrar en la historia

-A veces la narración se pierde por caminos que no llevan a ninguna parte sin aportar nada a la historia. En particular todas las digresiones y referencias musicales me parecen totalmente superfluas y dispersan la atención del meollo de la novela.

El final es apresurado y embrollado. Hasta el climax el ritmo es el adecuado pero, una vez llegado al conflicto, la resolución es demasiado rápida. Se da carpetazo a la historia sin dar pausa a que los acontencimientos se desarrollen conforme a lo que se espera. Probablemente esto sea lo que menos me guste. La narración sigue una línea ascendente y, de repente, la caída es súbita.

En conclusión, creo que merece la pena leerla aunque solo sea para conocer una realidad literaria muy distinta a lo habitual.

Michael Haneke hizo la versión cinematográfica en 2001.

VALORACIÓN: 6/10

‘Herejes’ (2013), de Leonardo Padura

Herejes

A raíz del éxito de ‘El hombre que amaba a los perros’ había incluido a Leonardo Padura en mi lista de «autores a leer». En principio había pensado en esta novela, pero en Navidades me regalaron su última obra, ‘Herejes’, y ya que la tenía entre manos no iba a desaprovechar la oportunidad.

Aparte de la obra sobre Trostky, Padura es sobre todo conocido por la serie de novelas policíacas protagonizadas por el detective Mario Conde, un Sam Spade caribeño cuyas peripecias tienen lugar en Cuba y de la que ‘Herejes’ es la última entrega. Después de leer el libro no creo que sea propio hablar de una novela sino de tres historias engarzadas levemente. Me explico.

La obra se divide en tres partes. Para la primera reproduzco parte de la explicación de la cubierta del libro porque no se me ocurren mejores palabras para hacerlo. En 1939, el S.S Saint Louis, en el que viajaban novecientos judíos que habían logrado huir de Alemania, pasó varios días fondeado frente a La Habana en espera de que se autorizara el desembarco de los refugiados. El niño Daniel Kaminsky y su tío aguardaron en el muelle a que descendieran sus familiares, confiados en que éstos utilizarían ante los funcionarios el tesoro que portaban a escondidas: un pequeño lienzo de Rembrandt que pertenecía a los Kaminsky desde el siglo XVII. Pero el plan fracasó y el barco regresó a Alemania, llevándose consigo toda esperanza de reencuentro. Muchos años después el hijo de Daniel, Elías, viaja desde Estados Unidos a La Habana para aclarar qué sucedió con el cuadro y con su familia. Evidentemente el encargado de realizar la investigación es Mario Conde.

En la segunda parte, el narrador se traslada al siglo XVII, a la ciudad de Amsterdam, donde nos relata la génesis del cuadro a que se refiere en la primera parte a través de la figura de un joven judío que entra como discípulo en el taller de Rembrandt en contra de los preceptos de su religión. En la tercera parte volvemos a Cuba, un año después de los hechos narrados en la primera parte, en la que Mario Conde investiga la desaparición de una joven Emo y que nos mete en el ámbito de las tribus urbanas de La Habana.

El hilo de unión entre las tres partes es muy tenue y cualquiera de ellas se podría leer independientemente sin ningún problema. Es más, en realidad entre sí se aportan poco. Y esto para mí es una debilidad. El título indica hacia donde apuntaba el autor pero, en vez de una sola historia dividida en tres partes me resultan más tres narraciones con una temática de fondo, muy de fondo, similar. Partiendo de esta premisa voy dar mi opinión de cada parte como si se tratarán de tres obras distintas:

-Primera parte: el planteamiento de la obra es muy prometedor y genera unas grandes expectativas que, a medida que se desarrolla la historia, van diluyéndose hacia un final demasiado previsible y plano.  La narración amaga todo el tiempo sin terminar de golpear.

-Segunda parte: tiene un desarrollo muy de novela histórica. Por una parte cuenta la relación de Rembrandt y su discípulo que transcurre por los cauces habituaLeonardo Padurales de las tramas de maestro-aprendiz y, por otra, nos muestra las dudas y problemas que le genera al protagonista seguir sus deseos en contra de lo que marca su religión y su ambiente social. Es una historia correcta sin más.

-Tercera parte: me ha resultado muy aburrida. Tengo la impresión de que el tema de las tribus urbanas se le escapa al narrador, que lo aborda desde una posición alejada, caminando por lugares comunes sin dar una visión personal. Debo decir que la novela policíaca generalmente me termina aburriendo salvo que tenga alguna particularidad que la haga diferente. En este caso se ciñe al guión del género al milímetro, al margen del folklore propio (y previsible) que le aporta la condición del detective.

Aparte de esto, pese a que creo que Padura es un buen narrador, con una gran capacidad narrativa y estilística, para mi gusto la obra tiene una extensión excesiva y podrían haberse aligerado algunos pasajes para permitir al lector llegar con algo más de fuelle al final, teniendo en cuenta además que la última es la parte más floja de todo el libro. La verdad es que me ha decepcionado. Había escuchado muy buenas críticas sobre el autor y esperaba algo más. No me invita mucho a leer otra historia protagonizada por Mario Conde. Tendré que volver a mi plan original de leer ‘El hombre….

VALORACIÓN: 4/10